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Calor y bienestar animal

Calor y bienestar animal

Frente a las altas temperaturas compartimos algunas recomendaciones para garantizar mayor confort y bienestar animal

Anticipando a los pronósticos que dan cuenta de un verano todavía seco y con altas temperaturas, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), difundió una serie de recomendaciones a los fines de prevenir el estrés por calor en bovinos de producción, y brinda consejos para la cría y engorde de ganado bovino.

Sombra

Es importante poder asegurar sombra suficiente para todos los bovinos. La sombra de árboles es una de las más efectivas, ya que no solo disminuye la radiación, sino que produce menor temperatura del aire por la evaporación desde las hojas. Cuando la provisión de sombra sea artificial, debe colocarse de manera de permitir el movimiento de aire por debajo de la misma (a una altura de entre tres y cuatro metros). Garantizar además que haya suficiente espacio para evitar el hacinamiento, esto implica disponer entre dos y cuatro metros cuadrados por animal y que los animales tengan acceso libre.  sombra.

Agua

Las vacas toleran mucho menos una restricción en su consumo que la de alimentos. El agua aporta entre el 80-90% de las necesidades del animal, el resto está en los alimentos. El 85% de la leche es agua. Entonces, es imprescindible proporcionar agua de calidad en cantidades suficientes y en lugares estratégicos, que permitan un fácil, rápido y cómodo acceso a los animales. En períodos cálidos, donde los requerimientos son aún mayores, el correcto abastecimiento resulta crítico porque una restricción del consumo tiene efectos inmediatos: la caída de más del 25% de la producción. Si esta situación se sostiene en el tiempo, la reducción será más marcada, comprometiendo, además, la salud animal.

Es fundamental proporcionar agua fresca, limpia y abundante. Un bovino adulto puede consumir, en promedio, hasta 107 litros de agua por día (7 % de su peso). Y si se trata de una vaca lechera de alta producción, puede ingerir hasta 140 litros por día.

 

Las vacas dedican entre veinte y treinta minutos por día a beber y pueden realizar, dependiendo del tipo de alimento y de la temperatura, entre cuatro y diez tomas diarias. Beben muy rápido, a razón de 15 a 20 litros de agua/minuto. Por este motivo, los bebederos deben tener una muy rápida recuperación. Las vacas tienden a consumir entre el 30 y el 40% de sus requerimientos diarios en inmediaciones de la instalación de ordeño, especialmente a la salida de la sala. Fuera del sector muestran ciclos de alimentación/consumo de agua (en este orden) durante el resto del día.

El agua debe estar accesible y cerca de los animales. Controlar el caudal y la presión antes de períodos de extremo calor y asegurar espacio suficiente en los bebederos. Tener en cuenta que el consumo abrupto de agua, luego de períodos de privación de la misma, puede desencadenar un cuadro de intoxicación con signos nerviosos.

Alimentación

Adecuar la alimentación. Suministrar dietas “frías” (aquellas que por su composición minimizan la generación de calor metabólico manteniendo la oferta de nutrientes). Además, es conveniente conocer el nivel de infección con hongos productores de ergoalcaloides presentes en las pasturas para evitar su ingestión.

En bovinos lecheros se deben priorizar los pastoreos nocturnos y de madrugada. En el engorde a corral, administrar entre el 30% y 40% de la ración por la mañana y el resto por la tarde.

 

Evitar manejos estresantes durante las horas calurosas. Cuando esto no sea posible, realizar los arreos de manera tranquila, respetando el paso de los animales. Los encierres y trabajos en manga deben realizarse a primera hora de la mañana o a última hora de la tarde-noche.

Brindar agua y alguna fuente de alimento en los corrales donde permanecerán los animales.

Cuando se prevean temperaturas elevadas, refrescar la hacienda. Se recomienda hacerlo bien temprano a la mañana o durante la noche, utilizando un caudal suficiente para penetrar el pelo.

También se puede mojar el suelo de los corrales, sin llegar a embarrarlos, para minimizar la radiación indirecta.

En bovinos lecheros proporcionar ventilación adecuada en sala de ordeñe y utilizar ventiladores y aspersores en patios de espera y en el área de comederos y túneles de enfriado. El tamaño de gota durante la aspersión debe ser lo suficientemente grande como para mojar el animal.

 

Poner atención al comportamiento de los animales para identificar síntomas de estrés calórico de manera temprana. Ante cualquier duda, consultar a un veterinario/a.

Si bien las recomendaciones se deben tener en cuenta todo el año, para saber cuándo su implementación es más relevante se debe consultar de manera periódica el índice de temperatura y humedad (ITH), que es el valor que evalúa si las condiciones ambientales resultan estresantes para los animales. El mismo se puede consultar en el Sistema de Información y Gestión Agro-meteorológica del INTA.

El ITH impacta en diferente medida en los animales, según la radiación solar, la velocidad del viento y factores propios del animal, como edad, color y largo del pelo. También la alimentación influye en el riesgo de golpe de calor.

Para que un animal expuesto a condiciones de estrés térmico pueda perder el calor acumulado a lo largo del día y recuperarse, se estima que la temperatura debe descender por debajo de los 21°C en la noche, durante al menos unas seis u ocho horas.

Se debe considerar que las condiciones de estrés calórico a las que se encuentra expuesto un animal es una combinación de la intensidad del ITH (alerta, peligro o emergencia), de su duración (cantidad de días con ITH superior a 75) y de la frecuencia de exposición a esas condiciones (cada cuanto tiempo se repiten las olas de calor).

Los signos de estrés calórico

Los signos que con mayor frecuencia pueden observarse en los bovinos son, en primera instancia, el aumento de la frecuencia respiratoria y del consumo de agua, así como la búsqueda de sombra.

A medida que las condiciones estresantes se agravan, comienzan a observarse: disminución de los desplazamientos, reducción del consumo de alimentos, disminución del tiempo dedicado a rumia y descanso, jadeo, salivación excesiva y protrusión de la lengua.

Además, el estrés calórico puede llevar a una disminución en el consumo de alimento, en la ganancia de peso y en eficiencia productiva, así como un aumento en la susceptibilidad a enfermedades

Fuentes: agroverdad.com.ar y Grupo Instalaciones INTA Rafaela, INTA Lechero

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