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Siempre hicimos quesos

Siempre hicimos quesos

Productor tambero y representante de la cámara en sus inicios en la zona de Lincoln, Daniel Tellechea, comparte la historia de la fábrica que nació de su tambo y cobijó a la familia entera.

Daniel es la tercera generación familiar que se dedica al tambo. “Mi abuelo vino de España, como tantos, y cuando encontró qué podía hacer, como comprar una vaca y comparar un pedazo de campo, fue tambero. Mi viejo siguió con la misma actividad y le fue comprando partecitas de campo a sus hermanas. De los cuatro hermanos que somos, dos nos quedamos en el tambo”. Mientras Daniel estudiaba agronomía en La Plata, conoció a María Fabiana Nardi, que venía también de una familia de tradición tambera. Se casaron y emprendieron juntos la vida en común haciéndose cargo del tambo Don Domingo, ubicado a cinco kilómetros del campo donde nació Daniel. Junto con sus hermanos ahí se criaron y educaron. “Agarrábamos el sulky o la bicicleta para ir a la escuela, en ese momento no había ni luz ni celular”. Hoy sus padres, Juan Agustín y Alicia Russo, que rondan los noventa años, viven entre el campo y la ciudad. 

Los primeros años de casados y de vida en el campo fueron de trabajo y sacrifico para Daniel y María Fabiana. “Por un tiempo nos instalamos en una casa rodante que trajimos de Buenos Aires. Dormíamos ahí y ordeñábamos las vacas. No había luz y mi señora que venía de Buenos Aires estaba acostumbrada a tener todos los servicios esenciales, pero de a poco fuimos trayendo la luz y creando nuestra familia”.  Luego se mudaron a la casa que antes tenía el tambero y se quedaron ordeñando y viviendo en el campo por cinco años más. “En ese momento teníamos cincuenta vacas”. Cuando los chicos empezaron la escolaridad se mudaron a Lincoln, “se hacía difícil viajar y mi señora también estaba estudiando, hizo dos o tres carreras relacionadas con la docencia, siempre le gustó estudiar, es muy activa. En ese momento había un plan para la construcción, era mucho más fácil que ahora y nos anotamos. Después, con los años, nos mudamos a otra casa más cerca del centro”.  Daniel y María Fabiana, hoy concejal por el PRO, tienen cinco hijos varones: Juan Pablo, politólogo; Santiago, a cargo de la producción de la fábrica; Fernando, que está por recibirse de geólogo, vive en Buenos Aires y tiene un local donde vende los quesos familiares; y los mellizos Mateo y Germán que viven en Lincoln y trabajan también en la producción de leche y distribución de los quesos de Familia Tellechea. Con sus productos viajan a CABA todas las semanas y además distribuyen mercadería a varias ciudades de la provincia.  En Lincoln tienen un local de venta al público. “Ahí prácticamente vivimos porque mi señora también cocina cosas para vender y agregarle más opciones al negocio. Además de nuestros quesos vendemos otras variedades de las fábricas del Lincoln, que nosotros no fabricamos. A mi señora le gusta apoyar a los emprendedores locales, así que también hay pasteles, tortas, dulces, fiambres, etc. y los mismos productos también en Buenos Aires. Las redes sociales ayudan mucho y después de la pandemia, la gente se volcó a comprar productos locales o más artesanales. La gente empezó a valorar lo nuestro, lo familiar, por más sano y simple. Están aprendiendo a comer”.

En cuanto al tambo, este año compraron más vacas y pudieron crecer en animales, lo que los llevó a estar ordeñando doscientas vacas, y proyectan pasar a doscientas cincuenta en el 2024. La producción está organizada entre un tambo en campo propio y otro sobre campo alquilado, pero están planeando un cambio hacia un tambo más grande y semi estabulado, pensando en el cambio climático, añade Daniel. Y no se amedrenta, sabe que buscando va a ir encontrándole la vuelta al crecimiento, y lo sabe porque siempre fue un buscador paciente y perseverante de oportunidades, como cuando le compró las máquinas a una fábrica de galletitas que las cambiaba. “Fui como cinco o seis veces, hasta que los cansé y decidieron vendérmelas”, de a poco fuimos armando todo.

El queso en las venas

Daniel siempre estuvo vinculado con la producción de quesos. “Cuando vivía mi abuelo estaba la Cooperativa Limitada de Tamberos. Se ordeñaban las vacas y se llevaba con un caballo un acoplado con los tarros lecheros a la fábrica. Ese era el punto social. Estaba también el boliche, la cancha de bochas, fútbol, era una fiesta cuando llevábamos la leche. Éramos todos queseros. Ahí aprendimos su elaboración. Después la cooperativa termina cerrando por juicios laborales. Pero ese fue nuestro inicio. Después yo estudié agronomía e hice lechería, que era una materia optativa, la cursé dos veces porque me gustaba, yo quería ser quesero. Y empezamos haciendo masa, que es lo más fácil. Hoy el que nos guía y enseña con los quesos, y ahora también con el dulce de leche, es Gabriel San Martín”.

En el camino hubo desafíos grandes, oportunidades y decisiones valientes. Sin desprenderse de su actividad en el tambo, abrieron un negocio de indumentaria en 2001, en el mes de septiembre. “Mi señora iba a un pueblo a dar clases, se duerme y vuelca, gracias a Dios no le pasó nada, los mellizos tenían menos de un año y seguía estudiando…entonces ahí decidió ella tener un negocio de ropa de marca. Alquilamos un local, ya era invierno. Fue a una fábrica y le vendieron lo que le quedaba de la temporada pasada y que ellos no habían podido vender. Era el tiempo de la soja sin retenciones. El campo empezó a marchar y ella vendió todo en poco tiempo. Los de la fábrica no lo podían creer, ahí empezaron a darle bolilla al interior y a abrir locales, solo tenían locales en ciudades y shoppings. En el 2001 desde el interior se empezó a mejorar, espero que ahora sea igual, que llueva y podamos cosechar. El 2001 fue más simple que ahora. Ahora hay mucha gente que creció y aprendió a no estudiar ni trabajar, y es muy difícil cambiar eso, nos va a costar más tiempo salir”. El negocio sigue y siguen reponiendo e invirtiendo, pero la indumentaria importada casi no entra. Luego en 2016, ante la inquietud de sus hijos si hacer quesos o cervezas, se decidieron por los primeros. Y empezaron a trabajar familiarmente con la fábrica. Arreglaron la casa y la acondicionaron para elaborar toda la leche del tambo. Con lo que ganaban en el negocio de indumentaria fueron armando la fábrica, “le devolvimos al campo todo lo que nos dio para empezar a comprar la ropa”.

El tambo se compone de vacas holando, pero ahora empezaron a inseminar con jersey. Ordeñan doscientas vacas que producen 4000 litros de leche diarios, a su vez, para la elaboración de los quesos usan leche del tambo que lleva adelante su hermano y su padre, lo que suma otros 2500 litros, además de otros que Daniel compra a varios productores. La fábrica tiene capacidad para elaborar hasta 10.000 litros de leche. Tienen, a su vez, un matrimonio tambero a cargo de los dos tambos, del que alquilan y del propio, que no funcionan como unidades separadas, sino como dos rodeos. El matrimonio tambero se ocupa del preparto, la inseminación y la guachera en uno de los tambos, y su hijo a su vez, se encarga del ordeñe en el otro. La alimentación de las vacas está basada en silo, rollos y alimento concentrado durante el ordeñe.

Hacia adelante

El sueño de Daniel es llegar a otros países con sus quesos. “Con la fábrica puedo formar más empleo y mis hijos también estar involucrados. Pero yo hablo como tambero” (se ríe) y agrega, “somos porfiados y nos pasa lo que nos pasa porque no somos unidos. El negocio es nuestro, la leche es nuestra. Y con la leche se puede llegar a lo que yo hice, agarrar y procesarla”. En cuanto a sus hijos, sueña con seguir unidos y trabajando juntos. “Esto es para que se formen y busquen su lugar en el mundo, y si no les gusta, que puedan cambiar. Que en cada rubro ellos se especialicen en lo que hacen y aprendan. Que siempre estén juntos, no desarmen la fábrica y tengan el local. Ver a los chicos entusiasmados y que tengan un sueldo. Ya está. Ellos saben qué es lo que quieren, con eso ya he complido”

 

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